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X. Ese canasto de presentes está vacío - Parte II
By : D. MorganaLa campanada tercerá sonó en toda Lauffeuer. La ventana del viejo castillo se resquebrajó de súbito y Adam fue succionado por la corriente. Cayó en picada y en sus ojos se ausentó el brillo.
Pero antes observó la ronda de fastasmitas que le miraban desde sitios arbitrarios del bosque en llamas, aquella misma ronda de niños que entró en sus ojos antes del primer parpadeo...
Ismael abandonó la habitación de Jang, dejándola entreabierta, y se adelantó unas cuantas habitaciones y aunque todas estuviesen desocupadas por las festividades, sospechaba haber estado dejando fragmentos de sí a medida que escudriñaba las pertenencias de los otros.
La historia del Iris resonaba todavía en su cabeza. Y La gradazione dello Spirito que adornaba Lauffeuer estaba inspirada en su mito.
Las habitación de Pablo y Hernán lucía desordenada -o al menos eso parecía a juzgar por el estado de las sábanas-.
-¿Estaba Agar preocupada por Jang?- clamó Ismael para sí mismo mientras descendía por la escalinata que conducía al acceso principal del Gran Estrado de Agar.
Los cortijanes blancos siempre le habían parecido del mismo tono que el suelo perlado de Lauffeuer.
Tras avanzar por el corto pasillo observó con detenimiento un cuadro que no recordaba haber visto previamente.
Más que una pintura, era un dibujo a grafito.
Si se trataba del Iris, ya no lo recordaba, pero algo de Jang se desprendía del dibujo.
Quizá el áspero clima del invierno le traía al presente la personalidad esquiva y desafiante del joven violinista, pero tal vez la imagen de Jang en su cabeza al ver el cuadro se debía simplemente al dibujo mismo: el de la chica con los grilletes, de criaturas feroces, que llevaba puestos en las muñecas.
Jang -desde que lo recordaba- estaba atado a las cuerdas de su violín.
Agar lo recordaba también. Y así lo hizo saber cuando sorprendió a Ismael en aquel mismo pasillo del estrado.
No obstante, Ismael no volteó a mirarle, porque aquella figura encapuchada le cubrió el cuello con los brazos y se quedó tan cerca de Ismael como pudo.
Era la primera vez que Ismael lloraba en mucho tiempo y el sonido de sus lágrimas al caer no se parecía a ningún otro. Y eso que los oídos de Agar eran testigos de un sinfin de pesares y lamentos...
En el exterior, Los Patios estaban cubiertos de hermosos listones blancos como los cortinajes del gran estrado y los árboles frutales exhibían deliciosos manjares.
-¿Cuál sería el más dulce de esta temporada?-se escuchaba entre los árboles.¿Quién recibirá el mejor obsequio? y ¿cuál canasto estará rebosante para la noche? eran las murmullos más armónicos entre las cientos de inquietudes que se escuchaban al calor de la emoción por el festival.
Pero para Jang, quien lo escuchaba todo desde la ventana, nada de ello tenía importancia. Sus ojos estaban fijos sobre el durmiente Adam y los típicos movimientos nada ágiles de sus manos.
La caída de aquella araña del tejado apenas si le hizo un rasguño y los pronósticos de Joshua apuntaban a que estaría despierto para la hora del festival.
Jang sujetó la mano de Adam un instante y las pulsaciones de Adam se normalizaron.
Una lágrima salpicó el suelo de la habitación de pronto y el audaz oído del violinista se percató al instante.
No estaban solos. Alguien más había entrado en la habitación y se había ocultado prolijamente. Y su llanto era -además- conmovedor al oído, por lo menos para el de Jang.
En el centro de la habitación colgaba una araña con espacio para seis lucecillas.
De ese sitio provino la melodía.
Jang alzó la mirada aún sosteniendo la mano de Adam y, para sorpresa suya, otra mirada reverberaba la misma preocupación por aquel joven durmiente.
Pero Jang no pudo catalogar la criatura.
No podía ser un avecilla, aunque volase, porque tenía escamas y no podía ser tampoco un dragón porque tenía plumas pero lloraba pequeñas lenguas de fuego que apagaba la tenue brisa.
Sin embargo, una vez que se vio descubierta, la criatura se agitó entre los aceros de la araña colgante y con lágrimas llameantes todavía escurriéndole por las escamas se apartó de la vista de Jang huyendo por la puerta entreabierta.
Jang salió en su búsqueda, tras asegurarse de colocar sutilmente la mano de Adam de vuelta a las sábanas y, pronto, a medida que la puerta se cerraba, un melódico sollozo invadió la habitación...
Titus sollozaba también.
Garland, el cochero, se acercó con un artefacto en su manos. Se trataba de una cuna artesanal, hecha de raíces y brotes secos, como decir un canasto...
Pero antes observó la ronda de fastasmitas que le miraban desde sitios arbitrarios del bosque en llamas, aquella misma ronda de niños que entró en sus ojos antes del primer parpadeo...
Ismael abandonó la habitación de Jang, dejándola entreabierta, y se adelantó unas cuantas habitaciones y aunque todas estuviesen desocupadas por las festividades, sospechaba haber estado dejando fragmentos de sí a medida que escudriñaba las pertenencias de los otros.
La historia del Iris resonaba todavía en su cabeza. Y La gradazione dello Spirito que adornaba Lauffeuer estaba inspirada en su mito.
Las habitación de Pablo y Hernán lucía desordenada -o al menos eso parecía a juzgar por el estado de las sábanas-.
-¿Estaba Agar preocupada por Jang?- clamó Ismael para sí mismo mientras descendía por la escalinata que conducía al acceso principal del Gran Estrado de Agar.
Los cortijanes blancos siempre le habían parecido del mismo tono que el suelo perlado de Lauffeuer.
Tras avanzar por el corto pasillo observó con detenimiento un cuadro que no recordaba haber visto previamente.
Más que una pintura, era un dibujo a grafito.
Si se trataba del Iris, ya no lo recordaba, pero algo de Jang se desprendía del dibujo.
Quizá el áspero clima del invierno le traía al presente la personalidad esquiva y desafiante del joven violinista, pero tal vez la imagen de Jang en su cabeza al ver el cuadro se debía simplemente al dibujo mismo: el de la chica con los grilletes, de criaturas feroces, que llevaba puestos en las muñecas.
Jang -desde que lo recordaba- estaba atado a las cuerdas de su violín.
Agar lo recordaba también. Y así lo hizo saber cuando sorprendió a Ismael en aquel mismo pasillo del estrado.
No obstante, Ismael no volteó a mirarle, porque aquella figura encapuchada le cubrió el cuello con los brazos y se quedó tan cerca de Ismael como pudo.
Era la primera vez que Ismael lloraba en mucho tiempo y el sonido de sus lágrimas al caer no se parecía a ningún otro. Y eso que los oídos de Agar eran testigos de un sinfin de pesares y lamentos...
En el exterior, Los Patios estaban cubiertos de hermosos listones blancos como los cortinajes del gran estrado y los árboles frutales exhibían deliciosos manjares.
-¿Cuál sería el más dulce de esta temporada?-se escuchaba entre los árboles.¿Quién recibirá el mejor obsequio? y ¿cuál canasto estará rebosante para la noche? eran las murmullos más armónicos entre las cientos de inquietudes que se escuchaban al calor de la emoción por el festival.
Pero para Jang, quien lo escuchaba todo desde la ventana, nada de ello tenía importancia. Sus ojos estaban fijos sobre el durmiente Adam y los típicos movimientos nada ágiles de sus manos.
La caída de aquella araña del tejado apenas si le hizo un rasguño y los pronósticos de Joshua apuntaban a que estaría despierto para la hora del festival.
Jang sujetó la mano de Adam un instante y las pulsaciones de Adam se normalizaron.
Una lágrima salpicó el suelo de la habitación de pronto y el audaz oído del violinista se percató al instante.
No estaban solos. Alguien más había entrado en la habitación y se había ocultado prolijamente. Y su llanto era -además- conmovedor al oído, por lo menos para el de Jang.
En el centro de la habitación colgaba una araña con espacio para seis lucecillas.
De ese sitio provino la melodía.
Jang alzó la mirada aún sosteniendo la mano de Adam y, para sorpresa suya, otra mirada reverberaba la misma preocupación por aquel joven durmiente.
Pero Jang no pudo catalogar la criatura.
No podía ser un avecilla, aunque volase, porque tenía escamas y no podía ser tampoco un dragón porque tenía plumas pero lloraba pequeñas lenguas de fuego que apagaba la tenue brisa.
Sin embargo, una vez que se vio descubierta, la criatura se agitó entre los aceros de la araña colgante y con lágrimas llameantes todavía escurriéndole por las escamas se apartó de la vista de Jang huyendo por la puerta entreabierta.
Jang salió en su búsqueda, tras asegurarse de colocar sutilmente la mano de Adam de vuelta a las sábanas y, pronto, a medida que la puerta se cerraba, un melódico sollozo invadió la habitación...
Titus sollozaba también.
Garland, el cochero, se acercó con un artefacto en su manos. Se trataba de una cuna artesanal, hecha de raíces y brotes secos, como decir un canasto...