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- VII: Un bosque para ocultar el remordimiento
Posted by : D. Morgana
agosto 29, 2014
Aún si la responsable del movimiento de las copas de los
árboles hubiese sido sólo la brisa –y no la voluntad de la salvia atrapada en
aquellas enriscadas cortezas de edad incalculable-, no importaba ahora.
Lo único reconocible para la vista era el blancuzco material que constituía la efigie sobre la que reposaba la cabeza, siendo esta víctima todavía de una migraña más o menos insoportable. Pues aún sin mayor claridad sobre lo ocurrido, era seguro para Adam que ninguna de sus cartas estaría atrapada entre las ramas de los árboles ni en los pocos nidos que había encontrado en aquellos árboles de las copas menos prominentes.
Con la mirada un poco perdida intentaba concentrarse enfocando la vista en el leve resplandor emitido por el objeto que halló en su bolsillo al despertar –que no era el encendedor caja con los relieves en forma de girones- y que ahora sujetaba fuertemente con su mano derecha, aunque ni siquiera él mismo podía asegurar que estuviera despierto o que hubiese caído en un estado tan severo de somnolencia.
Además, luego de intentarlo varias veces y picar el cuerpo de la criatura dormida al lado suyo, aquel cuerpecillo se mantuvo desatento, como si la existencia de Adam fuera poco menos que un espejismo.
Suspiro tras suspiro el aire transportaba una dulce melodía, similar a la voz atrapada en las pequeñas arcas de cuerda que al tocarles exponían desde su interior una joven doncella que giraba lentamente, algunas veces suspendida sobre uno de dos sus pies y algunas otras –con algo de suerte- sobre una estrella de color ámbar.
Y lo cierto es que aquel bosque se asemejaba fielmente al otro que Adam había testificado incendiarse la última vez desde su caída por la ventana de la capilla del viejo edificio arruinado al oeste de Lauffeuer…
Algunas horas más tarde, la presión en la cabeza de Adam se alivió repentinamente y para su conveniencia la criatura al lado suyo estiró las extremidades y luego de olfatearle unos segundos, le abandonó internándose en el bosque… pero no atravesó los arbustos utilizando sus propias patas, sino que –de alguna manera misteriosa- sobrevoló incluso por encima de las copas de los árboles de mediana altura.
-“Las cosas más bonitas de la vida ni se ven ni se tocan, sólo se sienten en el corazón”- pronunció Adam, luego de reincorporarse sobre sus propios pies, recitando el texto en la placa del pedestal con la escultura, sobre el cual reposó durante la mañana.
Un breve silencio se acomodó en la escena. Y los ojos de Adam observaron con precisión cada parte del sujeto tallado en la escultura: hermoso rostro, cabello corto y descubierto, delgados labios, gran cuerpo protegido únicamente con lo que parecía ser una camisa libre de mangas y un pantalón chico… pero sólo era una estatua a fin de cuentas. Y no tenía una pose significativa. Su rostro miraba fijamente hacia el horizonte lejano y tenías los brazos ligeramente extendidos hacia los costados, como si sujetara el vacío con las palmas de las manos.
Sus piernas estaban abiertas un poco nada más…
-Vaya que alguien ha tomado tiempo para esculpirle- murmuró Adam y finalmente se internó en el bosque sin poder seguir el rastro de la criatura de las pequeñas proporciones, pero con la certeza de no ser un espejismo.
Caminó varios metros al interior del bosque y se detuvo a observar distintas cortezas y notó que cada una de ellas repetía un patrón, una línea irregular que más parecía una cicatriz abierta con un propósito, aunque, sin embargo ni siquiera el canto de las aves se escuchaba en el bosque. Sólo la brisa que iba y venía entre los arbustos y las copas.
No transcurrió demasiado tiempo para que Adam notara algo más que el patrón repetido y marcado en las cortezas.
-Estás dando vueltas y no precisamente cierras un círculo- gruñó una voz que provenía de todas partes.
Y a continuación las hojas de todo arbusto y todo árbol comenzaron a sacudirse al mismo tiempo que recibían la caricia de un canto melodioso.
Entonces Adam esbozó un gesto de serenidad y desconcierto que, sin embargo, no le duró mucho… Al menos no la serenidad.
Apareció de entre las copas de un árbol cercano a Adam un sujeto que dando un elegante salto cayó sobre sus propios pies en la yerba a pocos pasos de Adam.
-Jang- clamó enseguida aquel mismo sujeto, al tiempo que inclinaba su cuerpo en un acto quizás de reverencia o quizás sólo de introducción de sí mismo.
-Mi nombre es Jang, El Violinista, y miembro de La Masquerade de Ipsael…
Pero Adam se limitó a observar con recelo el violín que Jang cargaba con el brazo derecho, así como el respectivo arco en su otra mano.
Jang era un tipo joven, contemporáneo de Adam. Tenía la piel de un color acanelado y un tono más profundo que el de Adam. Además, los rasgos de la cara de Jang dejaban en claro su lejana natal: ojos oscuros rasgados y semi-abiertos de larga pestaña y profundo ver, pómulos no pronunciados, nariz recta, boca y oídos pequeños. Rostro liso, virgen de arrugas más que para sonreír y presentes sólo en la comisura de los ojos.
-… quizás nos hayas visto en escena alguna vez, aunque por esa expresión tuya no me confío.
En ese momento la mirada de Adam sólo denotó un absoluto recelo, y no pronunció nada.
-Tienes cara de pocos amigos, ¿lo sabes, no?- vaciló Jang en tono de broma, a la vez que retomaba una postura envidiable, completamente erguida.
-¿Don… dónde estamos?- pronunció Adam en tono serio manteniendo su mirada recelosa.
Jang se sorprendió un poco y lo hizo notable al levantar una de sus cejas algunos centímetros por encima de la otra. Luego se acomodó el cabello –que era completamente lacio y le cubría la frente, pero en general lo llevaba corto- , recogió una bocanada de aire y se dispuso a responder.
-Este es el maravilloso Bosque de Havealock- dijo- acercándose a escasos pasos de Adam. Y le miró fijamente a los ojos y continuó respondiendo.
-Se rumoran muchas cosas sobre este sitio, pero yo, que llevo paseando algún tiempo significativo por estos lares podría desmentir las acusaciones. Sin embargo, también admito que esos rumores son la principal causa de que el bosque permanezca como hasta ahora… ¿Sabes?.. Tiempo atrás La Masquerade de Ipsael se anunciaba a lo largo y ancho de todo el continente. Llegamos a presentarnos en Lauffeuer hace ya más de tres años…
Pero dicho aquello, Jang retiró su mirada de los ojos de Adam y no dijo más, aunque Adam se percató de la agonía disimulada en el discurso de Jang y no insistió en preguntar de nuevo dónde se encontraba.
En cambio, preguntó sobre la estatua que había visto y sobre la que estuvo reposando durante el día.
-L`architecte des langues – musitó Jang aún de espaldas-. Lo que viste son muestras de gratitud, sólo eso…
Luego de responder, Jang se dio la vuelta.
-¿Tienes tiempo para un paseo?- agregó-. Después de todo, yo conozco la salida de este laberinto.
Adam asintió...
Horas más tarde la mirada de Adam era otra. La plática con Jang –que no se cansaba de hablarle sobre sus habilidades innatas con el manejo del violín- le hizo olvidar las inquietudes: Lauffeuer, su valioso baúl, la carta de Margarita, las bombillas flotantes que iluminaban la reconstruida ciudad, los clanes, Eduardo, su amigo… tantos motivos para perder la calma, todos ellos se volvieron un recuerdo olvidado… pero no por mucho.
-¡Por fin!- refunfuñó Jang en tono de auto reproche-. Tal parece que perdí la concentración por tanta plática… pero es aquí-.
Y en seguida Adam entró en un estado de asombro.
Allí, al nivel de sus pies, se encontraban devoradas por el lodo y la tierra una serie de bombillas rotas, pero aún se apreciaba su tamaño similar al de los globos que los niños soltarían en la plazoleta de Saint-Coquille durante la llegada del último trienio de Lauffeuer.
Adam se acercó lo más que pudo, pero Jang le sujetó el brazo antes de que Adam pisara el lodo.
-No es un lodo cualquiera- le dijo-. Bastará con que sepas eso.
Y después, en cuestión de un parpadeo, aquella serie de bombillas reventadas se consumió para siempre en la tierra húmeda…
-Eres un tipo extraño- clamó Jang sujetando todavía la mano de Adam-. Si bien llegar a este punto del bosque es complicado, se vuelve más difícil a partir de este momento. Mira bien. Estoy seguro que te has percatado de que estamos en una encrucijada. Siempre hay dos caminos…
Sin embargo, el discurso de Jang se vio alterado por un sonido diferente al que produce la brisa cuando se mezcla con las hojas o al que marcan las pisadas entre la yerba o el de la voz de Adam o la de cualquier otro ser vivo.
De pronto una línea de árboles que hacía del camino frente a Jang y Adam una uve con dos caminos completamente diferentes, desapareció como un vaho que se ha vuelto uno con el aire…
-“Le belle divergente”- el fenómeno- musitó Jang…
Y al cabo de sus palabras, una fila de potros blancos emergió de entre el vaho: seis en total al mando de un cochero y un gran carruaje de un violeta melocotón.
Pero a sorpresa de Adam, ni los caballos ni el carruaje desaparecieron al atravesar el lodo.
-¡Cuidadooo!- chilló una voz femenina-. Y enseguida el cochero hizo detener el galope de los caballos frenando también al carruaje a una muy corta distancia de Adam.
Un segundo después se abrió una de las puertas del carruaje, de cuyo interior bajó de un breve salto, un par de pálidas zapatillas que al caer no se mancharon con la tierra húmeda.
Jang esbozó una expresión de sorpresa. Soltó la mano de Adam y escondió su violín tras su propia espalda.
Del carruaje bajó una chica que todavía no alcanzaba la adultez. Llevaba puesto un largo vestido negro, ajustado de los hombros hasta el vientre, formando una campana de pliegues a partir de la cintura. Las mangas cubrían su brazo entero y llevaba las manos protegidas por unos guantes del mismo tono del vestido, además de un diminuto sombrero de copa puesto de medio lado sobre su cabello negro azabache.
-Miss Titus- le replicó el cochero con algo de enojo cuando la chica abandonó el carruaje. Pero ella desatendió la apelación del sujeto, llevando la mirada hacia lo alto. Y no parecía que ni ella ni el cochero hubiesen advertido aún la presencia de Adam o de Jang, quien se había movido unos pasos hasta detrás de unos arbustos.
Enseguida, Adam escudriñó la mirada de la chica a pies de ésta. Su rostro evocaba una sensación de nostalgia, debido quizás a la similitud de su rostro tan blanco como la perla empleada para las construcciones de los elementos de Lauffeuer…
-Il castello, Miss- remitió nuevamente el cochero hacia la chica-. Y Titus, ejecutando un delicado gesto con la mano con la mirada aún en lo alto, de alguna manera hizo que el cochero guardara silencio. Luego, libero un suspiro sujetándose el sombrero con una mano y se retiró hacia el carruaje.
-Estaba tan segura- murmuró-.
Después entró de regreso en la carroza y los caballos echaron a andar.
Jang salió de los arbustos y se acercó a Adam. Pero Adam estaba tumbado sobre la hierba…dormido.
Más tarde, con la entrada de la noche y la luz artificial de una fogata, las notas elevadas por Jang y su violín se escabulleron por los arbustos más cercanos. Y Adam despertó eventualmente.
Jang lo miró impávido todavía ejecutando su melodía.
-Lo de antes- dijo Adam- mientras se reincorporaba del tronco sobre el que estaba apoyado-. ¿Qué ha sido eso? … estoy seguro que aquella chica no podía vernos…
Entonces el arco que se movía sobre las cuerdas del violín se detuvo y Jang se mantuvo inmóvil por unos segundos.
-Lo cierto es que pensaba postergarlo lo más que pudiera- respondió Jang mientras colocaba su violín a un costado del tronco sobre el que reposaba Adam.
-Quizás te parezca extraño, pero es cierto que la chica no pude verte… ni a mí tampoco-. Cuando nos encontramos hace varias horas, vagamente elevé un comentario sobre los rumores que surgen a partir de este bosque. Y puede ser que recuerdes lo que dije sobre acabar con esos rumores. Lo que sucede es tan sencillo que se vuelve complejo si lo piensas demasiado. Pero de cualquier manera, te dije algo cierto, pues conozco cada rincón del Havealock en el que estamos…
-¿En el que estamos?- replicó Adam-.
-Sí-. Este sitio es considerado por muchos una ilusión… o al menos eso dicen de donde vengo. Según se cuenta, más allá de estos árboles, yace un castillo misterioso que da con una parte del Mar Tirreno. Pero si me lo preguntas no hay evidencia de que exista, pues aunque se rumora que muchos se han aventurado a buscarle, nadie le ha encontrado… o al menos no hay registro de ello… Ni siquiera nuestra Deeva habla de algún horizonte que exista más allá de este bosque. Lo que respecta a “este Havealock” es un misterio que se antepone a las historias sobre el famoso castillo, pero está fuertemente ligado a él…
Adam permaneció en silencio dejando entrever algo de temor en su rostro, pero no lo suficiente para llamar la atención de Jang, quien parecía estar sufriendo a medida que avanzaba con su relato.
-¿Viste la escultura en el centro del bosque?- preguntó Jang-.
Sin embargo, no permitió que Adam respondiera…
-Esa escultura se colocó en honor a uno de los llamados “Arquitectos”, de cuya invención se cree que es este mismo bosque- agregó Jang-.
-Hace algún tiempo los planos de este sitio se encontraban en el lugar de donde vengo, pero la verdad es que yo nunca los vi. Pero también hay quienes dicen haberlos tomado con sus propias manos, aunque lo cierto es que su extravío es otro gran misterio-.
Entonces una brisa helada sopló cerca de ambos.
-Es tarde para continuar- clamó Jang.
-Estamos en el mismo sitio todavía- musitó Adam-.
-Así es- respondió Jang.
-Sinceramente me habría sentido culpable de llevarte conmigo. Pero me gustaría que me acompañaras a Agar, que es el sitio donde vivo. Está oculto aquí mismo, en Havealock…además mañana se celebra el Festival de los canastos... aunque después de todo hay dos caminos y eres libre de escoger-.
Dicho esto, Adam reverberó un sentimiento de duda a través de la expresión de su rostro.
Sin embargo, Jang disimuló su atención hacia el violín, que tomo del tronco inmediatamente.
-¿Puedo obtener información de Lauffeuer allá?- preguntó Adam escudriñando el gesto de Jang, quien sólo miró al suelo guardando silencio.
-Nuestra Deeva podría ayudarte- musitó Jang aún cabizbajo.
-Entonces llévame allá- dijo Adam.
Jang lo miró sonriente por uno o dos minutos.
-Es por allá- clamó- señalando el camino izquierdo de la divergencia.
Adam metió sus manos en los bolsillos de su propio pantalón. Retiró un objeto que destellaba levemente y se colocó en el cuello.
Luego ambos tomaron aquel camino de la divergencia señalado por Jang.
Lo único reconocible para la vista era el blancuzco material que constituía la efigie sobre la que reposaba la cabeza, siendo esta víctima todavía de una migraña más o menos insoportable. Pues aún sin mayor claridad sobre lo ocurrido, era seguro para Adam que ninguna de sus cartas estaría atrapada entre las ramas de los árboles ni en los pocos nidos que había encontrado en aquellos árboles de las copas menos prominentes.
Con la mirada un poco perdida intentaba concentrarse enfocando la vista en el leve resplandor emitido por el objeto que halló en su bolsillo al despertar –que no era el encendedor caja con los relieves en forma de girones- y que ahora sujetaba fuertemente con su mano derecha, aunque ni siquiera él mismo podía asegurar que estuviera despierto o que hubiese caído en un estado tan severo de somnolencia.
Además, luego de intentarlo varias veces y picar el cuerpo de la criatura dormida al lado suyo, aquel cuerpecillo se mantuvo desatento, como si la existencia de Adam fuera poco menos que un espejismo.
Suspiro tras suspiro el aire transportaba una dulce melodía, similar a la voz atrapada en las pequeñas arcas de cuerda que al tocarles exponían desde su interior una joven doncella que giraba lentamente, algunas veces suspendida sobre uno de dos sus pies y algunas otras –con algo de suerte- sobre una estrella de color ámbar.
Y lo cierto es que aquel bosque se asemejaba fielmente al otro que Adam había testificado incendiarse la última vez desde su caída por la ventana de la capilla del viejo edificio arruinado al oeste de Lauffeuer…
Algunas horas más tarde, la presión en la cabeza de Adam se alivió repentinamente y para su conveniencia la criatura al lado suyo estiró las extremidades y luego de olfatearle unos segundos, le abandonó internándose en el bosque… pero no atravesó los arbustos utilizando sus propias patas, sino que –de alguna manera misteriosa- sobrevoló incluso por encima de las copas de los árboles de mediana altura.
-“Las cosas más bonitas de la vida ni se ven ni se tocan, sólo se sienten en el corazón”- pronunció Adam, luego de reincorporarse sobre sus propios pies, recitando el texto en la placa del pedestal con la escultura, sobre el cual reposó durante la mañana.
Un breve silencio se acomodó en la escena. Y los ojos de Adam observaron con precisión cada parte del sujeto tallado en la escultura: hermoso rostro, cabello corto y descubierto, delgados labios, gran cuerpo protegido únicamente con lo que parecía ser una camisa libre de mangas y un pantalón chico… pero sólo era una estatua a fin de cuentas. Y no tenía una pose significativa. Su rostro miraba fijamente hacia el horizonte lejano y tenías los brazos ligeramente extendidos hacia los costados, como si sujetara el vacío con las palmas de las manos.
Sus piernas estaban abiertas un poco nada más…
-Vaya que alguien ha tomado tiempo para esculpirle- murmuró Adam y finalmente se internó en el bosque sin poder seguir el rastro de la criatura de las pequeñas proporciones, pero con la certeza de no ser un espejismo.
Caminó varios metros al interior del bosque y se detuvo a observar distintas cortezas y notó que cada una de ellas repetía un patrón, una línea irregular que más parecía una cicatriz abierta con un propósito, aunque, sin embargo ni siquiera el canto de las aves se escuchaba en el bosque. Sólo la brisa que iba y venía entre los arbustos y las copas.
No transcurrió demasiado tiempo para que Adam notara algo más que el patrón repetido y marcado en las cortezas.
-Estás dando vueltas y no precisamente cierras un círculo- gruñó una voz que provenía de todas partes.
Y a continuación las hojas de todo arbusto y todo árbol comenzaron a sacudirse al mismo tiempo que recibían la caricia de un canto melodioso.
Entonces Adam esbozó un gesto de serenidad y desconcierto que, sin embargo, no le duró mucho… Al menos no la serenidad.
Apareció de entre las copas de un árbol cercano a Adam un sujeto que dando un elegante salto cayó sobre sus propios pies en la yerba a pocos pasos de Adam.
-Jang- clamó enseguida aquel mismo sujeto, al tiempo que inclinaba su cuerpo en un acto quizás de reverencia o quizás sólo de introducción de sí mismo.
-Mi nombre es Jang, El Violinista, y miembro de La Masquerade de Ipsael…
Pero Adam se limitó a observar con recelo el violín que Jang cargaba con el brazo derecho, así como el respectivo arco en su otra mano.
Jang era un tipo joven, contemporáneo de Adam. Tenía la piel de un color acanelado y un tono más profundo que el de Adam. Además, los rasgos de la cara de Jang dejaban en claro su lejana natal: ojos oscuros rasgados y semi-abiertos de larga pestaña y profundo ver, pómulos no pronunciados, nariz recta, boca y oídos pequeños. Rostro liso, virgen de arrugas más que para sonreír y presentes sólo en la comisura de los ojos.
-… quizás nos hayas visto en escena alguna vez, aunque por esa expresión tuya no me confío.
En ese momento la mirada de Adam sólo denotó un absoluto recelo, y no pronunció nada.
-Tienes cara de pocos amigos, ¿lo sabes, no?- vaciló Jang en tono de broma, a la vez que retomaba una postura envidiable, completamente erguida.
-¿Don… dónde estamos?- pronunció Adam en tono serio manteniendo su mirada recelosa.
Jang se sorprendió un poco y lo hizo notable al levantar una de sus cejas algunos centímetros por encima de la otra. Luego se acomodó el cabello –que era completamente lacio y le cubría la frente, pero en general lo llevaba corto- , recogió una bocanada de aire y se dispuso a responder.
-Este es el maravilloso Bosque de Havealock- dijo- acercándose a escasos pasos de Adam. Y le miró fijamente a los ojos y continuó respondiendo.
-Se rumoran muchas cosas sobre este sitio, pero yo, que llevo paseando algún tiempo significativo por estos lares podría desmentir las acusaciones. Sin embargo, también admito que esos rumores son la principal causa de que el bosque permanezca como hasta ahora… ¿Sabes?.. Tiempo atrás La Masquerade de Ipsael se anunciaba a lo largo y ancho de todo el continente. Llegamos a presentarnos en Lauffeuer hace ya más de tres años…
Pero dicho aquello, Jang retiró su mirada de los ojos de Adam y no dijo más, aunque Adam se percató de la agonía disimulada en el discurso de Jang y no insistió en preguntar de nuevo dónde se encontraba.
En cambio, preguntó sobre la estatua que había visto y sobre la que estuvo reposando durante el día.
-L`architecte des langues – musitó Jang aún de espaldas-. Lo que viste son muestras de gratitud, sólo eso…
Luego de responder, Jang se dio la vuelta.
-¿Tienes tiempo para un paseo?- agregó-. Después de todo, yo conozco la salida de este laberinto.
Adam asintió...
Horas más tarde la mirada de Adam era otra. La plática con Jang –que no se cansaba de hablarle sobre sus habilidades innatas con el manejo del violín- le hizo olvidar las inquietudes: Lauffeuer, su valioso baúl, la carta de Margarita, las bombillas flotantes que iluminaban la reconstruida ciudad, los clanes, Eduardo, su amigo… tantos motivos para perder la calma, todos ellos se volvieron un recuerdo olvidado… pero no por mucho.
-¡Por fin!- refunfuñó Jang en tono de auto reproche-. Tal parece que perdí la concentración por tanta plática… pero es aquí-.
Y en seguida Adam entró en un estado de asombro.
Allí, al nivel de sus pies, se encontraban devoradas por el lodo y la tierra una serie de bombillas rotas, pero aún se apreciaba su tamaño similar al de los globos que los niños soltarían en la plazoleta de Saint-Coquille durante la llegada del último trienio de Lauffeuer.
Adam se acercó lo más que pudo, pero Jang le sujetó el brazo antes de que Adam pisara el lodo.
-No es un lodo cualquiera- le dijo-. Bastará con que sepas eso.
Y después, en cuestión de un parpadeo, aquella serie de bombillas reventadas se consumió para siempre en la tierra húmeda…
-Eres un tipo extraño- clamó Jang sujetando todavía la mano de Adam-. Si bien llegar a este punto del bosque es complicado, se vuelve más difícil a partir de este momento. Mira bien. Estoy seguro que te has percatado de que estamos en una encrucijada. Siempre hay dos caminos…
Sin embargo, el discurso de Jang se vio alterado por un sonido diferente al que produce la brisa cuando se mezcla con las hojas o al que marcan las pisadas entre la yerba o el de la voz de Adam o la de cualquier otro ser vivo.
De pronto una línea de árboles que hacía del camino frente a Jang y Adam una uve con dos caminos completamente diferentes, desapareció como un vaho que se ha vuelto uno con el aire…
-“Le belle divergente”- el fenómeno- musitó Jang…
Y al cabo de sus palabras, una fila de potros blancos emergió de entre el vaho: seis en total al mando de un cochero y un gran carruaje de un violeta melocotón.
Pero a sorpresa de Adam, ni los caballos ni el carruaje desaparecieron al atravesar el lodo.
-¡Cuidadooo!- chilló una voz femenina-. Y enseguida el cochero hizo detener el galope de los caballos frenando también al carruaje a una muy corta distancia de Adam.
Un segundo después se abrió una de las puertas del carruaje, de cuyo interior bajó de un breve salto, un par de pálidas zapatillas que al caer no se mancharon con la tierra húmeda.
Jang esbozó una expresión de sorpresa. Soltó la mano de Adam y escondió su violín tras su propia espalda.
Del carruaje bajó una chica que todavía no alcanzaba la adultez. Llevaba puesto un largo vestido negro, ajustado de los hombros hasta el vientre, formando una campana de pliegues a partir de la cintura. Las mangas cubrían su brazo entero y llevaba las manos protegidas por unos guantes del mismo tono del vestido, además de un diminuto sombrero de copa puesto de medio lado sobre su cabello negro azabache.
-Miss Titus- le replicó el cochero con algo de enojo cuando la chica abandonó el carruaje. Pero ella desatendió la apelación del sujeto, llevando la mirada hacia lo alto. Y no parecía que ni ella ni el cochero hubiesen advertido aún la presencia de Adam o de Jang, quien se había movido unos pasos hasta detrás de unos arbustos.
Enseguida, Adam escudriñó la mirada de la chica a pies de ésta. Su rostro evocaba una sensación de nostalgia, debido quizás a la similitud de su rostro tan blanco como la perla empleada para las construcciones de los elementos de Lauffeuer…
-Il castello, Miss- remitió nuevamente el cochero hacia la chica-. Y Titus, ejecutando un delicado gesto con la mano con la mirada aún en lo alto, de alguna manera hizo que el cochero guardara silencio. Luego, libero un suspiro sujetándose el sombrero con una mano y se retiró hacia el carruaje.
-Estaba tan segura- murmuró-.
Después entró de regreso en la carroza y los caballos echaron a andar.
Jang salió de los arbustos y se acercó a Adam. Pero Adam estaba tumbado sobre la hierba…dormido.
Más tarde, con la entrada de la noche y la luz artificial de una fogata, las notas elevadas por Jang y su violín se escabulleron por los arbustos más cercanos. Y Adam despertó eventualmente.
Jang lo miró impávido todavía ejecutando su melodía.
-Lo de antes- dijo Adam- mientras se reincorporaba del tronco sobre el que estaba apoyado-. ¿Qué ha sido eso? … estoy seguro que aquella chica no podía vernos…
Entonces el arco que se movía sobre las cuerdas del violín se detuvo y Jang se mantuvo inmóvil por unos segundos.
-Lo cierto es que pensaba postergarlo lo más que pudiera- respondió Jang mientras colocaba su violín a un costado del tronco sobre el que reposaba Adam.
-Quizás te parezca extraño, pero es cierto que la chica no pude verte… ni a mí tampoco-. Cuando nos encontramos hace varias horas, vagamente elevé un comentario sobre los rumores que surgen a partir de este bosque. Y puede ser que recuerdes lo que dije sobre acabar con esos rumores. Lo que sucede es tan sencillo que se vuelve complejo si lo piensas demasiado. Pero de cualquier manera, te dije algo cierto, pues conozco cada rincón del Havealock en el que estamos…
-¿En el que estamos?- replicó Adam-.
-Sí-. Este sitio es considerado por muchos una ilusión… o al menos eso dicen de donde vengo. Según se cuenta, más allá de estos árboles, yace un castillo misterioso que da con una parte del Mar Tirreno. Pero si me lo preguntas no hay evidencia de que exista, pues aunque se rumora que muchos se han aventurado a buscarle, nadie le ha encontrado… o al menos no hay registro de ello… Ni siquiera nuestra Deeva habla de algún horizonte que exista más allá de este bosque. Lo que respecta a “este Havealock” es un misterio que se antepone a las historias sobre el famoso castillo, pero está fuertemente ligado a él…
Adam permaneció en silencio dejando entrever algo de temor en su rostro, pero no lo suficiente para llamar la atención de Jang, quien parecía estar sufriendo a medida que avanzaba con su relato.
-¿Viste la escultura en el centro del bosque?- preguntó Jang-.
Sin embargo, no permitió que Adam respondiera…
-Esa escultura se colocó en honor a uno de los llamados “Arquitectos”, de cuya invención se cree que es este mismo bosque- agregó Jang-.
-Hace algún tiempo los planos de este sitio se encontraban en el lugar de donde vengo, pero la verdad es que yo nunca los vi. Pero también hay quienes dicen haberlos tomado con sus propias manos, aunque lo cierto es que su extravío es otro gran misterio-.
Entonces una brisa helada sopló cerca de ambos.
-Es tarde para continuar- clamó Jang.
-Estamos en el mismo sitio todavía- musitó Adam-.
-Así es- respondió Jang.
-Sinceramente me habría sentido culpable de llevarte conmigo. Pero me gustaría que me acompañaras a Agar, que es el sitio donde vivo. Está oculto aquí mismo, en Havealock…además mañana se celebra el Festival de los canastos... aunque después de todo hay dos caminos y eres libre de escoger-.
Dicho esto, Adam reverberó un sentimiento de duda a través de la expresión de su rostro.
Sin embargo, Jang disimuló su atención hacia el violín, que tomo del tronco inmediatamente.
-¿Puedo obtener información de Lauffeuer allá?- preguntó Adam escudriñando el gesto de Jang, quien sólo miró al suelo guardando silencio.
-Nuestra Deeva podría ayudarte- musitó Jang aún cabizbajo.
-Entonces llévame allá- dijo Adam.
Jang lo miró sonriente por uno o dos minutos.
-Es por allá- clamó- señalando el camino izquierdo de la divergencia.
Adam metió sus manos en los bolsillos de su propio pantalón. Retiró un objeto que destellaba levemente y se colocó en el cuello.
Luego ambos tomaron aquel camino de la divergencia señalado por Jang.