Archive for septiembre 2014
VIII. El pretil de la noche se dilata con el amanecer
By : D. Morgana
Una queja triste y silenciosa recorrió los desolados lares que yacían escoñados en
aquella punta de piedra desde cuya vista hacia el calmado oleaje, revivían
miles de recuerdos en las cafezuscas pupilas de Titus.
Aquella muñeca de trapo, que no parecía envejecer ni un poco, aguardaba inmóvil en el interior del carruaje. Sin embargo, sus ojos, que eran botones cosidos con hilo y aguja, parecían reaccionar con el sinsabor del sol poniente que aguardaba afuera de esa cuna con ruedas mediante la que junto a su ama se movilizaban ya sin recordar exactamente desde cuándo empezaron a hacerlo.
La brisa soplaba con pronunciada altivez sobre la ropa de Titus. Y las costuras del canesú se desplegaban unas de otras con inverosímil espectacularidad… o al menos ese era el reflejo que atravesaba las ventanas del coche y que daba en los botones de la muñeca, como si se tratara de una plegaría más allá de las palabras o el silencio mismo.
El cabello de Titus también se mermaba con la agitación de la brisa, que aunque algo desalentador su soplo, traía a la mente un aroma conocido.
-Y todo este maquillaje para nada- musitó Titus tocándose sus delicados labios maquillados con una pintura de algún tono rojizo más o menos intenso.
Garland, el cochero, de musculatura evidente e imposible de disimular, se limitó a contemplar a su señora desde un costado del coche.
Llevaba puesto un oscuro sombrero de ala grande y corona truncada, una camisa blanca de largas mangas que le cubrían hasta las muñecas, y unos pantaloncillos hasta las rodillas, a partir de las cuales unas largas medias del mismo color que la camisa se encargaban de cubrir. Llevaba puestos unas zapatillas oscuras como el sombrero. Pero lo más llamativo de su atuendo se trataba de la espectacular pieza que cargaba en su propio cinto. Se trataba de alguna clase de arma similar a una espada, pero de una hoja rectangular y muy fina cuya punta estaba terminada con un botón en forma de flor.
-¡Garland! ¡Garland!- chilló Titus en bajo tono, volteándose a buscar con la mirada a su cochero.
Y éste último respondió a su llamado acercándose hacia ella.
-Garland, ¿qué ves si miras hacia esas olas que vienen y van?...
Garland se acercó hacia el peñasco e inclinó la cabeza para escudriñar el oleaje.
… ¿puedes ver a los pequeños tritones? Ellos, más bien ellas, son una flor única que germina en este punto del Mar Tirreno. Y como ves, nacen únicamente de las capas superficiales de los corales.
Abajo, una familia de ramificaciones policromáticas sobresalía de las aguas y se adherían a la base rocosa del peñasco, formando una silueta que Garland ya conocía gracias a las pinturas que se exhibían en la provincia de La Corda, a mucha distancia atravesando los peligrosos Bosques de Fabel…
La imagen resultaba enternecedora. Una vez más el curso natural de la creación pura sobrepasaba la ingenuidad del pensador.
Desplegadas completamente de lo que simulaba ser un torso humano, las ramificaciones salían de aquella espalda artificial como un par de gigantes alas.
-Tiene forma de ángel- musitó Titus, posando su propia mano en la espalda de Garland –quien aún contemplaba al ángel de coral elaborado por las misteriosas florecillas-.
-Lamento tanto llegar tarde- clamó Titus enseguida. Y se abalanzó con todas sus fuerzas sobre Garland en un abrazo tan cálido que hizo derramar una lágrima a la muñeca de trapo desde el interior del carruaje.
Garland se dio la vuelta y respondió con un abrazo de igual candidez -o quizás mayor- apoyado sobre un gran silencio majestuoso con el oceáno como testigo. Y ambos cerraron sus ojos al mismo tiempo, mientras que a sus pies, los tritones ya iban escalando…
No obstante, el camino hacia Agar se llenaba del ruido provocado por las hojas secas pisadas por Jang a la que Adam intentaba pisarles de nuevo.
La divergencia había quedado varios árboles atrás. Y lo cierto es que conforme avanzaban y se internaban más entre los árboles, nuevas clases de arbustos y otras vegetaciones iban haciendo su aparición.
Adam caminaba un poco preocupado, todo lo contrario a Jang quien a ratos liberaba notas de su violín cada vez más dulces y armoniosas.
No hubo conversación entre ambos por mucho tiempo desde que avanzaron por el camino oeste de la divergencia. Y Adam no parecía necesitarlo. Caminaba sujetándose el colgante entregado por Cecil Amberes antes de que se separaran. Pero las palabras de Jang sobre aquel castillo cuya existencia más allá del bosque era solamente un rumor, le parecía preocupante, a pesar de que ciertamente no lo hizo notar ni Jang le hizo preguntas de cómo termino atrapado en el bosque.
Aunque cualquier forma, aquel gesto triste en la cara de Jang no pasó desapercibido para Adam, cuya mirada enfocaba únicamente las hojas pisadas por Jang, que iba unos pasos delante de él.
Poco después de un rato, una cortina de luz plateada cubrió las hojas y los zapatos de Jang.
Y aunque la cortina se corrió muy deprisa, Adam se percató inmediatamente de su espectro, pero, sin embargo, no fue necesario preguntar de qué se trataba.
-¡Llegamos!- clamó Jang enseguida, al mismo tiempo que liberó una nota final con su violín. Pero antes de concluir la tonada, el arco en manos de Jang con el que tocaba las cuerdas, se movió con voluntad propia y una cuerda del violín se rompió, provocando un sonido nada armonioso.
Adam elevó su mirada al instante.
-¿Está estropeado tu violín?- preguntó.
Pero Jang, quien permanecía todavía unos pasos delante de Adam, no se inmutó demasiado.
-¡No pasa nada! Es sólo la cuerda de mi- dijo.
Y enseguida otro espectro plateado recorrió el cuerpo de ambos y Jang señaló entre los arbustos apuntando con el arco de su violín una vista que Adam jamás habría imaginado.
Y sobre el horizonte que atravesaba las hojarascas apiladas a los pies de los arbustos, cuatro obeliscos gigantes nacían de los extremos de sendos puentes curvos que se elevaban sobre una ciudadela de proporciones inmensurables, de mayor medida incluso que Lauffeuer.
-Este es el Patio del Este- dijo Jang, adentrándose junto a Adam por un sendero largo y amplio y desde el cual el panorama era más rico aún.
Aquellos dos puentes cóncavos de cuyos extremos nacían los obeliscos terminados en punta, se trataban en realidad de la pieza más alta de varias columnas que estaban arraigadas a la superficie más inferior de todo el complejo.
En la base de los obeliscos estaban colocados en posición romboidal, cristales incrustados de un tono verdoso muy profundo –como la sabia de los árboles-. Y en la punta de éstos, un emblema sobresalía de todos y cada uno de los obeliscos, aunque sólo cuatro eran completamente visibles desde los patios, pues desde un patio se podía observar el otro sendero sin problemas, pero solamente eso: ver.
Ya que entre ambos senderos se anteponía un santuario con un ábside muy pronunciado y terminado en punta de la misma forma que las columnas con los obeliscos, y en torno a cuyos límites sobrecogía un aura azul plateado y quizás gracias a dicha aura, las murallas gigantes que cercaban el nivel inferior, así como los mismos obeliscos y el resto del complejo, resplandecían de un tono más bajo, pero igualmente similar.
-La distancia es inmensa hasta la plaza- clamó Jang en medio del estupor que apresaba a Adam, quien no parecía dar cuenta todavía de lo que observaba.
-Pero lo mejor es que será pan comido llegar hasta el nivel inferior- agregó enseguida.
E inmediatamente Jang llevó sus dedos corazón e índice a su propia boca y liberó un silbido con ayuda de ambos.
Y un segundo después los árboles del sendero en el que ambos se encontraban comenzaron a sacudirse paulatinamente y de sus ramas se desprendieron cientos de hojas y aún con ello permanecieron igualmente frondosos.
Las hojas se deslizaron a través del la brisa hacia el final del sendero y se fueron transformando en paneles circulares con símbolos extraños al interior de su circunferencia extendidos hasta el nivel inferior donde yacía la plaza anteriormente mostrada por Jang.
Y Adam no pudo dar crédito de todo aquello, incluso al descender de prisa por aquellos paneles siendo sujetado de la mano por Jang, quien denotaba en su rostro una felicidad inmejorable.
El descenso ocurrió veloz y la brisa desacomodó ligeramente el cabello de Adam, pero tan prontamente como llegaron a la plaza, Adam quedó aún más extasiado.
Se trataba de un área enteramente circular con una extensa columnata en su perímetro y un par de pequeños senderos en forma de sendos hexágonos. Además contaba con un formidable podio en cuyo centro sobresalía una figura similar a los obeliscos, pero en lugar de ser un rectángulo terminado en punta, tenía un platillo poco antes de llegar a ésta. Y aquella sección con el particular obelisco también estaba conectada con un caminillo que se extendía hasta los pies del último peldaño de una escalinata de pocos escalones por la cual se ascendía hasta el santuario, cuya fachada estaba compuesta por lo que parecían ser tres agujas gigantescas hacia lo alto, de las cuales dos más angostas que la central crecían varios metros encima suyo, pero más o menos a la altura de la aguja central el interior de las agujas más altas dejaba ver una especie de sustancia azul y violeta que se movía y mezclaba continuamente como una pared de líquido atrapada en el interior de ambas agujas.
La aguja central se trataba ciertamente más de un portal de gran altura que otra cosa en cuya zona intermedia sobresalía uno de aquellos rombos con la incrustación de la piedra de sabia de árbol en forma de óvalo en su interior. Más arriba de la piedra crecían dos romboides inclinados unidos en el vértice más alto de ambos, en cuyo punto nacía una lanza gruesa del mismo material azul plateado que el resto del material del complejo… aunque parecía más bien un símbolo similar al que descansaba en el podio.
-Dentro de poco terminará el día- musitó Jang al pie del primer peldaño que conducía a la entrada del santuario, todavía sujetando la mano de Adam.
-Tendrás mucho tiempo para terminar de conocer la estructura. Si nos damos prisa, con suerte puedas hablar ahora mismo con nuestra Deeva- agregó-.
Y dicho aquello, Adam se concentró en sí mismo retirando la mirada de las agujas gigantes a espaldas de los peldaños. Y ascendió por los peldaños y se internó en aquel edificio del complejo junto a Jang luego de que ambos aplicaran la suficiente fuerza para abrir las enormes puertas de la entrada…
-Se ha terminado ya. El día está por concluir- susurró Titus con la cabeza reposando sobre las piernas de su cochero, al mismo tiempo que se encontraban sus miradas.
Pero tal encuentro de miradas se prolongó únicamente por unos escasos segundos, al cabo de los cuales la joven chica se reincorporó de aquella posición y –sentada con la manos apoyadas sobre sus propias rodillas- dio un breve recorrido con la mirada hacia el peñasco que daba con el mar, cuya punta ya estaba invadida por las flores de tritón y de coral.
Garland reverberaba un sentimiento algo lúgubre a través de sus pupilas oscuras, aunque sus ojos se movían a la misma frecuencia de cada movimiento ejecutado por Titus.
-Después del desastre de aquella noche de muertes, Lauffeuer se desplomó- chilló Titus todavía mirando los corales en la punta del peñasco.
-Esa noche yo sería la tercera en abandonar el clan, el Corvus Córax- agregó-. Cuando entré a la habitación y vi las salpicaduras de sangre durante la mañana de ese mismo día y la actitud tan frívola de Briseida, decidí que lo mejor sería abandonar el clan a tiempo. Sin embargo, no pude encontrarme con Briseida más tarde, antes de que se abriera el cielo y me fuese imposible entregarle de vuelta la muñeca que ahora transporto conmigo a donde sea que me lleves, Garland…
-Cuando supe lo que le había ocurrido al clan, a toda Lauffeur, entendí porqué ella fue la primera en retirarse, aunque Catharina siempre aprovechaba cualquier ocasión para exhortarnos a mantenernos unidas. Pero quizás solamente cumplía los deseos de Briseida. La verdad, no lo sé-.
-La nueva Corte decretó la prohibición de acercarse a las ruinas de Lauffeuer, pero luego de que fui rescatada de la destrucción del lugar y consecuentemente reubicada en La Corda, donde nos conocimos tú y yo, Garland, escuché el rumor del antiguo Castillo Uralt. El cual se suponía que debía estar justo aquí, frente a nosotros-.
-Se rumoraba que el rey y la reina del castillo trabajaron en secreto durante los primeros meses posteriores al cataclismo de Lauffeuer para rescatar los cuerpos de las victimas más desfavorecidas por el evento, pero, no obstante, también corría el rumor que aquellos cuerpos recuperados se utilizaban para propósitos oscuros e indignos-.
-Se tratara de una mentira o no, también corría la voz de que varios miembros de algunos de los clanes exiliados de Lauffeuer moraban en el castillo bajo el yugo de los reyes a cambio de su protección absoluta y su colaboración expedita con tan macabros planes. Pero fue hace dos semanas cuando esa mujer extraña, Ettore, visitaba el viejo museo de La Corda y le escuché decir que atravesaría los Bosques de Fabel escoltada por un pelotón de soldados enviados por la mismísima Alta Corte con el fin de tomar el castillo y desmantelar los secretos de los reyes. Fue entonces cuando apareciste tú, Garland, y me acompañaste en esta búsqueda para encontrar Uralt, sin embargo no fuimos capaces de seguir el ritmo de Ettore y su pelotón. Su maquinaria, que estoy segura que desafía el decreto de la Alta Corte, operaba de maravilla… No fue fácil enfrentarnos a tantas criaturas… Pero de cualquier manera, si fue cierto lo que escuché, esa Ettore ha de haber conseguido no sólo tomar el castillo, sino destruirlo… y con ello, toda posibilidad de una pista del paradero del resto de las chicas se desvaneció con el oleaje.
Y terminado aquel último diálogo, la joven Titus se puso sobre sus propios pies y se movilizó hasta el carruaje, donde la aguardaba la muñeca de trapo con los ojos de botón, que pareció voltear a mirarle cuando dio el primer paso dentro del carruaje.
Garland, el cochero, se reincorporó de su asiento sobre la yerba a varios metros del peñasco y a un costado del carruaje…
Poco después los caballos echaron a andar a toda velocidad y Titus, la muñeca y Garland se internaron nuevamente entre los Bosques de Fabel sin un rumbo determinado… o al menos ni Titus ni Garland dijeron nada al respecto antes de subirse al carruaje…
En un sitio lejano, las últimas horas del día se empezaban a consumir. Y el aura azul plateada que cubría el santuario del ábside pronunciado tremolaba con mayor dinamismo.
Aquella muñeca de trapo, que no parecía envejecer ni un poco, aguardaba inmóvil en el interior del carruaje. Sin embargo, sus ojos, que eran botones cosidos con hilo y aguja, parecían reaccionar con el sinsabor del sol poniente que aguardaba afuera de esa cuna con ruedas mediante la que junto a su ama se movilizaban ya sin recordar exactamente desde cuándo empezaron a hacerlo.
La brisa soplaba con pronunciada altivez sobre la ropa de Titus. Y las costuras del canesú se desplegaban unas de otras con inverosímil espectacularidad… o al menos ese era el reflejo que atravesaba las ventanas del coche y que daba en los botones de la muñeca, como si se tratara de una plegaría más allá de las palabras o el silencio mismo.
El cabello de Titus también se mermaba con la agitación de la brisa, que aunque algo desalentador su soplo, traía a la mente un aroma conocido.
-Y todo este maquillaje para nada- musitó Titus tocándose sus delicados labios maquillados con una pintura de algún tono rojizo más o menos intenso.
Garland, el cochero, de musculatura evidente e imposible de disimular, se limitó a contemplar a su señora desde un costado del coche.
Llevaba puesto un oscuro sombrero de ala grande y corona truncada, una camisa blanca de largas mangas que le cubrían hasta las muñecas, y unos pantaloncillos hasta las rodillas, a partir de las cuales unas largas medias del mismo color que la camisa se encargaban de cubrir. Llevaba puestos unas zapatillas oscuras como el sombrero. Pero lo más llamativo de su atuendo se trataba de la espectacular pieza que cargaba en su propio cinto. Se trataba de alguna clase de arma similar a una espada, pero de una hoja rectangular y muy fina cuya punta estaba terminada con un botón en forma de flor.
-¡Garland! ¡Garland!- chilló Titus en bajo tono, volteándose a buscar con la mirada a su cochero.
Y éste último respondió a su llamado acercándose hacia ella.
-Garland, ¿qué ves si miras hacia esas olas que vienen y van?...
Garland se acercó hacia el peñasco e inclinó la cabeza para escudriñar el oleaje.
… ¿puedes ver a los pequeños tritones? Ellos, más bien ellas, son una flor única que germina en este punto del Mar Tirreno. Y como ves, nacen únicamente de las capas superficiales de los corales.
Abajo, una familia de ramificaciones policromáticas sobresalía de las aguas y se adherían a la base rocosa del peñasco, formando una silueta que Garland ya conocía gracias a las pinturas que se exhibían en la provincia de La Corda, a mucha distancia atravesando los peligrosos Bosques de Fabel…
La imagen resultaba enternecedora. Una vez más el curso natural de la creación pura sobrepasaba la ingenuidad del pensador.
Desplegadas completamente de lo que simulaba ser un torso humano, las ramificaciones salían de aquella espalda artificial como un par de gigantes alas.
-Tiene forma de ángel- musitó Titus, posando su propia mano en la espalda de Garland –quien aún contemplaba al ángel de coral elaborado por las misteriosas florecillas-.
-Lamento tanto llegar tarde- clamó Titus enseguida. Y se abalanzó con todas sus fuerzas sobre Garland en un abrazo tan cálido que hizo derramar una lágrima a la muñeca de trapo desde el interior del carruaje.
Garland se dio la vuelta y respondió con un abrazo de igual candidez -o quizás mayor- apoyado sobre un gran silencio majestuoso con el oceáno como testigo. Y ambos cerraron sus ojos al mismo tiempo, mientras que a sus pies, los tritones ya iban escalando…
No obstante, el camino hacia Agar se llenaba del ruido provocado por las hojas secas pisadas por Jang a la que Adam intentaba pisarles de nuevo.
La divergencia había quedado varios árboles atrás. Y lo cierto es que conforme avanzaban y se internaban más entre los árboles, nuevas clases de arbustos y otras vegetaciones iban haciendo su aparición.
Adam caminaba un poco preocupado, todo lo contrario a Jang quien a ratos liberaba notas de su violín cada vez más dulces y armoniosas.
No hubo conversación entre ambos por mucho tiempo desde que avanzaron por el camino oeste de la divergencia. Y Adam no parecía necesitarlo. Caminaba sujetándose el colgante entregado por Cecil Amberes antes de que se separaran. Pero las palabras de Jang sobre aquel castillo cuya existencia más allá del bosque era solamente un rumor, le parecía preocupante, a pesar de que ciertamente no lo hizo notar ni Jang le hizo preguntas de cómo termino atrapado en el bosque.
Aunque cualquier forma, aquel gesto triste en la cara de Jang no pasó desapercibido para Adam, cuya mirada enfocaba únicamente las hojas pisadas por Jang, que iba unos pasos delante de él.
Poco después de un rato, una cortina de luz plateada cubrió las hojas y los zapatos de Jang.
Y aunque la cortina se corrió muy deprisa, Adam se percató inmediatamente de su espectro, pero, sin embargo, no fue necesario preguntar de qué se trataba.
-¡Llegamos!- clamó Jang enseguida, al mismo tiempo que liberó una nota final con su violín. Pero antes de concluir la tonada, el arco en manos de Jang con el que tocaba las cuerdas, se movió con voluntad propia y una cuerda del violín se rompió, provocando un sonido nada armonioso.
Adam elevó su mirada al instante.
-¿Está estropeado tu violín?- preguntó.
Pero Jang, quien permanecía todavía unos pasos delante de Adam, no se inmutó demasiado.
-¡No pasa nada! Es sólo la cuerda de mi- dijo.
Y enseguida otro espectro plateado recorrió el cuerpo de ambos y Jang señaló entre los arbustos apuntando con el arco de su violín una vista que Adam jamás habría imaginado.
Y sobre el horizonte que atravesaba las hojarascas apiladas a los pies de los arbustos, cuatro obeliscos gigantes nacían de los extremos de sendos puentes curvos que se elevaban sobre una ciudadela de proporciones inmensurables, de mayor medida incluso que Lauffeuer.
-Este es el Patio del Este- dijo Jang, adentrándose junto a Adam por un sendero largo y amplio y desde el cual el panorama era más rico aún.
Aquellos dos puentes cóncavos de cuyos extremos nacían los obeliscos terminados en punta, se trataban en realidad de la pieza más alta de varias columnas que estaban arraigadas a la superficie más inferior de todo el complejo.
En la base de los obeliscos estaban colocados en posición romboidal, cristales incrustados de un tono verdoso muy profundo –como la sabia de los árboles-. Y en la punta de éstos, un emblema sobresalía de todos y cada uno de los obeliscos, aunque sólo cuatro eran completamente visibles desde los patios, pues desde un patio se podía observar el otro sendero sin problemas, pero solamente eso: ver.
Ya que entre ambos senderos se anteponía un santuario con un ábside muy pronunciado y terminado en punta de la misma forma que las columnas con los obeliscos, y en torno a cuyos límites sobrecogía un aura azul plateado y quizás gracias a dicha aura, las murallas gigantes que cercaban el nivel inferior, así como los mismos obeliscos y el resto del complejo, resplandecían de un tono más bajo, pero igualmente similar.
-La distancia es inmensa hasta la plaza- clamó Jang en medio del estupor que apresaba a Adam, quien no parecía dar cuenta todavía de lo que observaba.
-Pero lo mejor es que será pan comido llegar hasta el nivel inferior- agregó enseguida.
E inmediatamente Jang llevó sus dedos corazón e índice a su propia boca y liberó un silbido con ayuda de ambos.
Y un segundo después los árboles del sendero en el que ambos se encontraban comenzaron a sacudirse paulatinamente y de sus ramas se desprendieron cientos de hojas y aún con ello permanecieron igualmente frondosos.
Las hojas se deslizaron a través del la brisa hacia el final del sendero y se fueron transformando en paneles circulares con símbolos extraños al interior de su circunferencia extendidos hasta el nivel inferior donde yacía la plaza anteriormente mostrada por Jang.
Y Adam no pudo dar crédito de todo aquello, incluso al descender de prisa por aquellos paneles siendo sujetado de la mano por Jang, quien denotaba en su rostro una felicidad inmejorable.
El descenso ocurrió veloz y la brisa desacomodó ligeramente el cabello de Adam, pero tan prontamente como llegaron a la plaza, Adam quedó aún más extasiado.
Se trataba de un área enteramente circular con una extensa columnata en su perímetro y un par de pequeños senderos en forma de sendos hexágonos. Además contaba con un formidable podio en cuyo centro sobresalía una figura similar a los obeliscos, pero en lugar de ser un rectángulo terminado en punta, tenía un platillo poco antes de llegar a ésta. Y aquella sección con el particular obelisco también estaba conectada con un caminillo que se extendía hasta los pies del último peldaño de una escalinata de pocos escalones por la cual se ascendía hasta el santuario, cuya fachada estaba compuesta por lo que parecían ser tres agujas gigantescas hacia lo alto, de las cuales dos más angostas que la central crecían varios metros encima suyo, pero más o menos a la altura de la aguja central el interior de las agujas más altas dejaba ver una especie de sustancia azul y violeta que se movía y mezclaba continuamente como una pared de líquido atrapada en el interior de ambas agujas.
La aguja central se trataba ciertamente más de un portal de gran altura que otra cosa en cuya zona intermedia sobresalía uno de aquellos rombos con la incrustación de la piedra de sabia de árbol en forma de óvalo en su interior. Más arriba de la piedra crecían dos romboides inclinados unidos en el vértice más alto de ambos, en cuyo punto nacía una lanza gruesa del mismo material azul plateado que el resto del material del complejo… aunque parecía más bien un símbolo similar al que descansaba en el podio.
-Dentro de poco terminará el día- musitó Jang al pie del primer peldaño que conducía a la entrada del santuario, todavía sujetando la mano de Adam.
-Tendrás mucho tiempo para terminar de conocer la estructura. Si nos damos prisa, con suerte puedas hablar ahora mismo con nuestra Deeva- agregó-.
Y dicho aquello, Adam se concentró en sí mismo retirando la mirada de las agujas gigantes a espaldas de los peldaños. Y ascendió por los peldaños y se internó en aquel edificio del complejo junto a Jang luego de que ambos aplicaran la suficiente fuerza para abrir las enormes puertas de la entrada…
-Se ha terminado ya. El día está por concluir- susurró Titus con la cabeza reposando sobre las piernas de su cochero, al mismo tiempo que se encontraban sus miradas.
Pero tal encuentro de miradas se prolongó únicamente por unos escasos segundos, al cabo de los cuales la joven chica se reincorporó de aquella posición y –sentada con la manos apoyadas sobre sus propias rodillas- dio un breve recorrido con la mirada hacia el peñasco que daba con el mar, cuya punta ya estaba invadida por las flores de tritón y de coral.
Garland reverberaba un sentimiento algo lúgubre a través de sus pupilas oscuras, aunque sus ojos se movían a la misma frecuencia de cada movimiento ejecutado por Titus.
-Después del desastre de aquella noche de muertes, Lauffeuer se desplomó- chilló Titus todavía mirando los corales en la punta del peñasco.
-Esa noche yo sería la tercera en abandonar el clan, el Corvus Córax- agregó-. Cuando entré a la habitación y vi las salpicaduras de sangre durante la mañana de ese mismo día y la actitud tan frívola de Briseida, decidí que lo mejor sería abandonar el clan a tiempo. Sin embargo, no pude encontrarme con Briseida más tarde, antes de que se abriera el cielo y me fuese imposible entregarle de vuelta la muñeca que ahora transporto conmigo a donde sea que me lleves, Garland…
-Cuando supe lo que le había ocurrido al clan, a toda Lauffeur, entendí porqué ella fue la primera en retirarse, aunque Catharina siempre aprovechaba cualquier ocasión para exhortarnos a mantenernos unidas. Pero quizás solamente cumplía los deseos de Briseida. La verdad, no lo sé-.
-La nueva Corte decretó la prohibición de acercarse a las ruinas de Lauffeuer, pero luego de que fui rescatada de la destrucción del lugar y consecuentemente reubicada en La Corda, donde nos conocimos tú y yo, Garland, escuché el rumor del antiguo Castillo Uralt. El cual se suponía que debía estar justo aquí, frente a nosotros-.
-Se rumoraba que el rey y la reina del castillo trabajaron en secreto durante los primeros meses posteriores al cataclismo de Lauffeuer para rescatar los cuerpos de las victimas más desfavorecidas por el evento, pero, no obstante, también corría el rumor que aquellos cuerpos recuperados se utilizaban para propósitos oscuros e indignos-.
-Se tratara de una mentira o no, también corría la voz de que varios miembros de algunos de los clanes exiliados de Lauffeuer moraban en el castillo bajo el yugo de los reyes a cambio de su protección absoluta y su colaboración expedita con tan macabros planes. Pero fue hace dos semanas cuando esa mujer extraña, Ettore, visitaba el viejo museo de La Corda y le escuché decir que atravesaría los Bosques de Fabel escoltada por un pelotón de soldados enviados por la mismísima Alta Corte con el fin de tomar el castillo y desmantelar los secretos de los reyes. Fue entonces cuando apareciste tú, Garland, y me acompañaste en esta búsqueda para encontrar Uralt, sin embargo no fuimos capaces de seguir el ritmo de Ettore y su pelotón. Su maquinaria, que estoy segura que desafía el decreto de la Alta Corte, operaba de maravilla… No fue fácil enfrentarnos a tantas criaturas… Pero de cualquier manera, si fue cierto lo que escuché, esa Ettore ha de haber conseguido no sólo tomar el castillo, sino destruirlo… y con ello, toda posibilidad de una pista del paradero del resto de las chicas se desvaneció con el oleaje.
Y terminado aquel último diálogo, la joven Titus se puso sobre sus propios pies y se movilizó hasta el carruaje, donde la aguardaba la muñeca de trapo con los ojos de botón, que pareció voltear a mirarle cuando dio el primer paso dentro del carruaje.
Garland, el cochero, se reincorporó de su asiento sobre la yerba a varios metros del peñasco y a un costado del carruaje…
Poco después los caballos echaron a andar a toda velocidad y Titus, la muñeca y Garland se internaron nuevamente entre los Bosques de Fabel sin un rumbo determinado… o al menos ni Titus ni Garland dijeron nada al respecto antes de subirse al carruaje…
En un sitio lejano, las últimas horas del día se empezaban a consumir. Y el aura azul plateada que cubría el santuario del ábside pronunciado tremolaba con mayor dinamismo.